domingo, 17 de marzo de 2013

La Estatua

Esta vez os dejo un viejo relato rescatado de mi cuaderno. Ánimo que veo que hay algún trabajo casi preparado para editar.



El borracho avanzó como de costumbre hacia el banco de la plaza, pero esta vez sus pasos eran más serenos, a esas horas todavía no había trasegado tanto como para ir a trompicones.
-Creo que es la primera vez que nos vemos estando sobríos- dijo a su interlocutor, que permaneció mudo e impasible en el banco, como si no le hubiera oído.
- Supongo- continuó el borracho- que debería aprovechar ahora a contarte cosas que nunca te he contado antes. A lo mejor hasta es un buen momento para decirte la verdad sobre quien soy y por qué estoy así.
- Bueno, te lo diré, aunque no pareces muy entusiasmado.
En efecto, su interlocutor seguía mudo e impasible sentado en el banco, como si aquello no fuera con él, a pesar de que el borracho había estado sentado a su lado otras muchas veces.
- No te contaré mi infeliz niñez- prosiguió el borracho- ni que tuve unos padres que no supieron darme afecto, ni que fui mala persona en mi juventud, que me casé y casi vuelvo loca a la mujer más buena del mundo, y tampoco te diré que no quise saber nada de mi hijo, y que he sido jugador, y que bebo para olvidarme de mí mismo. Pero sí te diré que estoy así porque quiero y porque no quiero también.
- ¿Tú lo entiendes? pues yo no, pero no se hacer otra cosa, cuando bebo olvido y cuando olvido ya ni necesito beber para olvidarme...
El borracho se levantó del banco con lentitud, apoyándose familiarmente en el hombro frio y duro, hecho de bronce, de su interlocutor.
 La estatua del banco de la plaza se le quedó mirando con ojos metálicos, quieta y callada; a sus pies un cartón de vino aplastado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario